Nos preocupa que mucha gente desconfíe del sistema judicial y tenga la percepción de que la justicia no trata por igual a todas las personas y que muchas veces se vulneran nuestros derechos. Estas opiniones han aumentado por los casos que se ventilan en los medios de comunicación, los discursos de figuras políticas y por las fallas, que sin duda arrastra un sistema que no parece dar abasto para atender las necesidades ciudadanas. Todo esto impide la construcción de agendas comunes.

Por eso, nos hemos propuesto que las personas vean la independencia judicial como el derecho a que sus casos y los de sus comunidades o países se decidan con objetividad e imparcialidad, libres de cualquier tipo de presión. Queremos construir sociedades donde la justicia no dependa del estatus económico o social de las personas, ni de la influencia de grupos de poder, para así asegurar el bienestar y la prosperidad para todas.

Creemos que cada persona es esencial en el tejido de la justicia, de la independencia judicial que se teje día a día a través de las decisiones imparciales de juezas y jueces. Son ellas y ellos quienes refuerzan el entramado de este sistema. Al mismo tiempo, el compromiso y la participación activa de la gente y las comunidades son indispensables. Las acciones colectivas le dan fuerza, sentido y aseguran su relevancia y continuidad.