Historias

Carla

“Carla” trabajó más de diez años en una maquila en Honduras.

Las largas jornadas, la presión constante y las malas condiciones laborales le causaron problemas de salud. Cuando ya no pudo seguir el ritmo, fue despedida junto con otras compañeras en situación similar.

La empresa era parte de un grupo empresarial muy influyente. Argumentaron que los despidos eran justificados, pero “Carla” no estuvo de acuerdo. Con el apoyo de una organización de mujeres, decidió llevar el caso a los tribunales.

Después de varios años de proceso, un juez le dio la razón. Ordenó que fuera reinstalada en su trabajo y que le pagaran los salarios y prestaciones adeudadas. La empresa apeló, pero la Corte de Apelaciones confirmó el fallo inicial.

Este caso muestra cómo la independencia judicial puede proteger a las personas trabajadoras, incluso frente a grandes empresas. Cuando la justicia no responde a intereses económicos o políticos, puede hacer valer los derechos de quienes normalmente no tienen poder.

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